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09 octubre 2023

Técnicas de Laboratorio de Física y Química

 

Curso de Formación

Durante este mes de octubre tendrá lugar en Logroño el curso: Recursos y actividades prácticas: “Técnicas de Laboratorio” de Física y Química. Se trata de un curso de formación organizado por el CRIE (Centro Riojano de Innovación Educativa) de la Consejería de Educación y Empleo del Gobierno de La Rioja, dirigido al profesorado de Física y Química en activo de esta Comunidad, y preferentemente que esté impartiendo durante este curso esta nueva materia optativa de 4º de ESO.

Con este curso se trata de dar respuesta formativa al profesorado de Educación Secundaria en la especialidad de Física y Química, para el diseño de prácticas de laboratorio que les ayuden en la impartición de esta asignatura de nueva implantación.

Entre los objetivos del curso, que será eminentemente práctico, están el explorar ideas, partiendo de la experiencia, para llevar a cabo prácticas en relación con los saberes básicos de esta nueva asignatura, así como que los participantes tengan la oportunidad de realizar in situ algunas de estas prácticas propuestas. Finalmente se tratará de que los participantes diseñen y compartan situaciones de aprendizaje en forma de prácticas de laboratorio.

El curso cuenta con 20 participantes, tiene una duración de 10 h, repartidas en 4 sesiones, y se desarrolla íntegramente en los laboratorios de Física y Química del IES Tomás Mingot de Logroño.

Los ponentes del curso seremos Laura Olasolo, como de profesora de FQ asesora del CRIE, y un servidor, en calidad de profesor de FQ “de infantería” muy currado ya en las Técnicas de Laboratorio de FQ con el paso de los años.  

Las prácticas que vamos a realizar a lo largo de este curso y algunos otros documentos relacionados, puedes verlos o descargarlos en la sección “Técnicas de Laboratorio FQ 4º ESO” de la página "Mis trabajos" de este blog.

 

 Técnicas de Laboratorio. Materia optativa de 4º de ESO. Los orígenes

Las Técnicas de Laboratorio u otras asignaturas de nombre y contenidos similares, eminentemente prácticos, y más o menos relacionadas con la Física y Química aplicadas, ya se venían impartiendo desde hace algunos años en Centros de Secundaria repartidos por todas las Comunidades Autónomas españolas. Antiguamente se trataba de materias optativas de libre configuración e incluso de Iniciación Profesional diseñadas desde los propios Centros y ofertadas para los dos últimos cursos de la E.S.O. y, ya con la LOE, fue regulada su oferta como “Iniciación a las Técnicas de Laboratorio”, para acabar desapareciendo al terminar el curso 2015-16.

La nueva ley educativa (LOMLOE) contempla la inclusión en el currículo de ESO de asignaturas o materias de carácter optativo previamente establecidas desde la propia administración educativa, algunas de ellas de nueva creación.  Con el ánimo de restaurar estas materias, la Asociación de Profesores de Física y Química de La Rioja (APFQR), al comenzar el año 2022, tomó la iniciativa de diseñar el currículo de esta asignatura, que lleva por nombre ”Técnicas de Laboratorio 4º ESO”. Para ello se improvisó un pequeño grupo de trabajo, en el cual tuve el placer de participar, que elaboró una propuesta curricular de la misma.   El currículo fue aprobado por la Consejería de Educación tal cual se presentó, y publicado con el resto del currículo de la ESO en el BOR del 15/07/2022, para comenzar a impartirse en los centros de La Rioja en el presente curso 2023-24.  Por la Dirección de la Asociación hemos sabido que no solo fue bien recibida por parte de la administración educativa de La Rioja, sino que ha servido de modelo para su inclusión en los currículos de otras comunidades autónomas.

El currículo de la asignatura, que puedes consultar a través de este enlace, concibe la asignatura como una disciplina STEM de carácter práctico a través del desarrollo de 5 competencias específicas evaluables bajo 15 criterios de evaluación, y que abarcan cinco bloques de saberes básicos con una marcada orientación práctica, y que son los siguientes:

A.  El trabajo en el laboratorio.
B.  Medida de magnitudes y propiedades.
C.  Técnicas de mezcla y separación de sustancias.
D.  Técnicas relacionadas con reacciones químicas.
E.  Técnicas experimentales en Física.
F.   Proyecto de investigación.

Paralelamente al curso del CRIE, la Asociación de Profesores APFQR ya había tomado la iniciativa de crear un grupo de trabajo de profesores que actualmente imparten esta nueva materia de Técnicas de Laboratorio con el fin de crear y compartir actividades y prácticas de laboratorio para todo el curso, iniciativa que probablemente se consolide, ya de forma oficial, en un proyecto de formación intercentros avalado por el CRIE.

De momento, el elevado número de solicitudes en la matriculación nos hace pensar que el alumnado riojano ha acogido esta nueva asignatura con muchas expectativas e ilusión.

 ¡Larga vida a las Técnicas de Laboratorio!

 

 

 

17 octubre 2022

Hablemos con propiedad (tercera parte)

 

Aquí va la tercera y última entrega de esos conceptos que solemos confundir en algunas ocasiones cuando no manejamos el lenguaje con la precisión que es debida. Se han dejado para el final algunos temas más físicos, tratados desde un punto de vista un poco más formal.

 

1.- Calorías

La caloría (símbolo cal) es una unidad de calor, y por consiguiente de energía, que viene rodeada de una cierta confusión.

La definición exacta más aceptada de caloría es la cantidad de calor (energía intercambiada) que hay que suministrar a 1g de agua para elevar 1ºC su temperatura (desde 14,5 hasta 15,5).

En consecuencia, la caloría (caloría termoquímica) es una unidad de energía y su equivalencia SI en julios es 1 cal= 4,1840 J; sin embargo, a día de hoy aun hay confusión y se siguen empleando variantes como la caloría(20ºC), caloría(15º), caloría (pres.vap.) o la caloría media, que aunque valen casi lo mismo, difieren en el tercer decimal. 

 Otra fuente de confusión es el uso que se hace de la caloría en el contexto de la Nutrición. Aquí se entendía tradicionalmente por ”caloría” lo que se ha venido en denominar caloría grande, caloría-kilogramo o Caloría (con mayúscula). Asumiendo esa ambigüedad, se puede tomar  1 Cal = 1 kcal = 1000 cal. La legislación en el etiquetado de productos alimentarios es distinta según el país; en España debe figurar el contenido energético nutricional en calorías y en julios (1 cal = 4,184 J ) pero, por lo que hemos podido comprobar, este factor de conversión se aplica bastante a la ligera.

 Para liarla más aun están las “frigorías” (símbolo fg). Se trata de una unidad  bastante obsoleta del sistema técnico de unidades, en opinión de muchos inútil y engañosa. La frigoría es una unidad de energía empleada para medir  el calor extraído o la pérdida de energía térmica de un sistema: 1 fg = -1 kcal = -1000 cal. Y muchos se preguntan ¿qué necesidad hay de introducir esta unidad, teniendo ya la kilocaloría?  Es tan tonto como si tras seguir una dieta para perder peso decimos “he ganado 3 antikilos” en vez de “he perdido 3 kilos”.

 

2.- ¿Duro pero frágil?

En ocasiones se utiliza incorrectamente el adjetivo “duro” cuando se quiere calificar a un material que aguanta los golpes y no se rompe o deforma con facilidad. Esto puede ser  admisible en el lenguaje común , pero no en el ámbito científico y técnico, en el que la dureza, la propiedad que hace que un material sea más o menos duro,  tiene un significado muy preciso y que no tiene nada que ver con su resistencia a ser roto o deformado.

La dureza de un material sólido es su resistencia a ser rayado. O incluso pudiéramos decir a ser erosionado o pulverizado en superficie. Es una propiedad directamente relacionada con la intensidad de las fuerzas intermoleculares de las partículas que componen ese sólido, ya sean moléculas, átomos o iones.

La resistencia a fragmentarse al ser sometido a tensión o ante los golpes se denomina tenacidad, o fragilidad si nos referimos a lo contrario.

Hay otras  propiedades mecánicas de los sólidos relacionadas con su mayor o menor facilidad para deformarse sin quebrarse, como la maleabilidad (facilidad para ser laminado por presión) o la ductilidad (facilidad para ser estirado en hilo), o como la elasticidad y su opuesta la plasticidad, que indican su facilidad para recuperar o no la forma inicial cuando se deforman inicialmente.

Una cosa es la dureza y otra la tenacidad. Un material duro no tiene por qué ser tenaz ni uno blando tiene por qué ser frágil. Por ejemplo:

El diamante es el material natural más duro que hay. Es capaz de rayar la superficie de todos los demás pero no se deja rayar por ninguno. Sin embargo es frágil, al recibir un golpe se rompe con facilidad.

El cobre es un metal tenaz., nada frágil, es dúctil y maleable. Es decir, aguanta cualquier golpe sin romperse pero se deforma fácilmente y resulta fácil aplastarlo en planchas o estirarlo en hilos. Sin embargo no es nada duro, de hecho es bastante blando

Por supuesto que también hay materiales duros y tenaces como el acero, y blandos y frágiles como la calcita; pero dureza no implica tenacidad, como hemos visto con el diamante y el cobre.

 

3.- ¡Qué pesado! Peso, masa, densidad

Cuando hablamos coloquialmente es frecuente confundir los conceptos precisos de masa, peso y densidad cuando queremos describir lo pesado que es un determinado objeto.

Al sopesar una pesa de acero de 100 gramos y una bolsa de 100 gramos de pipas, un objeto en cada mano, alguno dirá que el acero es más pesado que las pipas, otro que son igual de pesados, tal vez alguien sugiera que estamos comparando sus masas. De cualquier forma parece que hay dificultades para precisar qué es lo que estamos comparando.

 El peso de un cuerpo es la fuerza de gravedad con que dicho cuerpo es atraído por la Tierra. El peso es proporcional a su masa, que depende de la cantidad de materia que contiene y es una medida tanto de su inercia al movimiento como de su respuesta a la gravedad del lugar; pero el peso también depende del lugar donde se encuentre esa masa y lo intensa que allí sea la gravedad. 

La masa (m) y el peso (p) de un cuerpo son dos magnitudes distintas pero que están relacionadas entre sí por la gravedad (g) del lugar donde se pese (p=m.g).  En el sistema internacional de unidades la masa se mide en kilogramos (kg) y el peso en newton (N), aunque es frecuente hablar de “kilos de peso” (1 kp es el peso de una masa de 1 kg en la superficie de la Tierra, donde g = 9,8 N/kg).

Si comparamos en el mismo sitio el peso de dos cuerpos, como la gravedad es la misma, es como si comparásemos su masa. De ahí que tendamos a confundir o a hablar indistintamente de masa o peso de un cuerpo. La pesa de acero y la bolsa de pipas tienen la misma masa (0,1 kg) y también pesan lo mismo (0,98 N = 1 kp), pues la gravedad es la misma en una mano que en la otra, de ahí que notemos en ambas manos la misma carga.

Sin embargo algunos notarán en la mano que sostiene la pesa que la carga que hace ésta hacia abajo es más intensa o más concentrada que la de la bolsa, por eso dirán que el acero es más pesado que las pipas, aunque tengan igual masa (100 g). Y no les falta razón, lo que pasa es que al hablar de lo ”pesados” que son se estarían refiriendo ahora a otro concepto distinto, que es su densidad o peso específico.

La densidad (d) de un cuerpo es la masa contenida en cada unidad de volumen del mismo (d = m / V). En el SI se mide en kg/m3. La densidad nos indica lo concentrada que está la masa en el material de que está formado ese cuerpo, independientemente de que sea grande y pese mucho o pequeño y pese poco. La pesa de acero parece “más pesada” que la bosa de pipas no porque tenga más masa o pese más sino porque su densidad es mayor (densidad del acero: 8 g/cm3, densidad de las pipas: 0,9 g/cm3)

Aparte de la densidad, para evaluar lo “pesado o ligero” que es un material se usa el peso específico,  que es la razón entre el peso o la masa del objeto y el peso o la masa de igual volumen de agua a 4ºC, o lo que es lo mismo, el cociente entre la densidad del objeto y la densidad del agua.  Como la densidad del agua a esa temperatura es de 1000 kg/m3, las cifras de la densidad y el peso específico coinciden a 4ºC y van a ser bastante parecidas a otras temperaturas. La diferencia principal es que la densidad tiene dimensiones de masa entre volumen mientras que el peso específico es un número adimensional (es el número de veces que es más denso que el agua).

 

4.- No lleva ninguna fuerza, simplemente va rápido

Para expresar lo rápido que va un objeto tras haber sido impulsado, muchos dicen: “¡Qué fuerza lleva!”. Bueno, pues no es correcto. El error viene de confundir algunas de las principales magnitudes que intervienen en el proceso de lanzar un cuerpo: Fuerza, momento y velocidad. La fuerza no es algo que tenga ningún cuerpo, sino que es la medida de la interacción del cuerpo que la aplica con el cuerpo que la recibe, y sólo dura mientras ambos estén interactuando. Para entendernos, en cuanto yo deje de empujar al cuerpo que lanzo, cesa la fuerza que le estaba aplicando. ¿Qué es lo que “lleva” entonces el cuerpo lanzado?. Pues lleva movimiento. La cantidad de movimiento es una magnitud que se denomina también momento que refleja conjuntamente lo rápido que va y lo pesado que es, y equivale al impulso que recibió ese cuerpo cuando fue empujado por esa fuerza que ya no está actuando.  Cuanta más cantidad de movimiento tenga, más trabajo puede hacer al chocar y más fuerza hay que aplicarle para volver a detenerlo en un determinado tiempo. El objeto lanzado no lleva ninguna fuerza, lo que lleva es cantidad de movimiento.

En el proceso de impulsar o poner en movimiento un cuerpo (o de detenerlo)  intervienen varias magnitudes físicas relacionadas unas con otras, que tienen un significado muy preciso y que pueden ser cuantificadas objetivamente. Repasémoslas con un ejemplo:

 


Tengo una pelota reposando en mi mano y voy a lanzarla. Para ello, yo tengo que tener una “capacidad para lanzarla”, es decir, energía (E). Mientras dura el lanzamiento con la pelota en aun en mi mano, estoy realizando un trabajo (W) sobre ella equivalente a la energía que pierdo  yo y a la energía cinética que gana la pelota (DE). Para hacer el trabajo mientras dura el acto lanzar, le estoy aplicando una fuerza (F) con mi mano, mientras la desplazo una cierta distancia (d)  (W = F.d) durante un pequeño tiempo (t). Se dice que le he dado un impulso (I) (I = F.t) que se ha traducido en incrementar su cantidad de movimiento (p), haciendo que la masa (m) de la pelota que estaba en reposo, ahora posea un velocidad (v), que es con la que sale lanzada,  (p = m.v)

Simplificando un poco (fuerza y masa constantes y reposo inicial),todas estas magnitudes están relacionadas entre ellas de la siguiente manera:

I = F.t = p = m.v    ;    F = p/t = m.v/t   ;   DE = W = F.d = ½ m.v2

 

5.- Calor, frío, temperatura y energía térmica

 

-¡Qué frío hace!

- Pues yo tengo un calor…

- Hay más calor en el agua de un lago frío que en un plato de sopa caliente.

Es bastante habitual oír afirmaciones como éstas en nuestro lenguaje coloquial, seguro que todos entendemos lo que queremos decir con ellas, pero en ellas estamos empleando de forma ambigua y a veces incorrecta el término de calor (y de paso el de frío), que es un concepto muy relacionado con otras magnitudes termodinámicas como la temperatura o la energía térmica, que son conceptos con los que tiende a confundirse en muchas ocasiones

Para entender mejor el significado y diferencia de estas magnitudes, de modo simplificado, vamos a recurrir a nuestra experiencia de cómo las percibimos sensorialmente y a su interpretación a la luz de la teoría cinética de la materia. Según esta teoría, la materia en cualquier estado está formada por partículas (átomos, moléculas, iones o agregados de éstas) que están en continuo movimiento de agitación (trasladándose, vibrando o rotando).

La temperatura es una propiedad que, junto a otras como la presión o el volumen, define el estado en que se encuentra el cuerpo o sistema considerado, y que viene a ser una medida del nivel medio de agitación que tienen las partículas que lo forman, más concretamente de su energía cinética media. La temperatura es una magnitud intensiva (su valor no depende de la cantidad o la porción del objeto que consideremos) y  refleja la idea que tenemos de lo frío o caliente que está un cuerpo. Se puede medir directamente con termómetros y se expresa normalmente en grados Celsius o en kelvin ( T(K) = T(ºC)+ 273 ). Cualquier cuerpo que notemos más caliente que otro tendrá mayor temperatura, independientemente de lo extensos que sean uno u otro. En un cuerpo caliente (alta temperatura), por término medio cada partícula que lo compone se está agitando con más energía que las de otro que esté más frío (baja temperatura).

La energía térmica de un cuerpo viene a ser la cantidad total de energía que tiene ese sistema debido al movimiento de agitación de sus partículas, y es una parte importante de toda la energía interna que contiene. Es una magnitud extensiva (depende de cuánta porción del sistema estemos considerando) que se puede medir en julios o calorías (1 cal = 4,18 J ). La energía térmica contenida en un sistema será mayor cuanto mayor sea su temperatura, pero también cuanto más grande sea éste y de la naturaleza de su composición: es decir, de cuántas partículas contenga, de cómo sean y se agrupen dichas partículas (capacidad calorífica) y de que se estén agitando mucho o poco (temperatura).

El calor es la cantidad de energía térmica que fluye de un cuerpo a otro que se encuentra a diferente temperatura o en otro estado. La energía térmica fluye espontáneamente del cuerpo de mayor al de menor temperatura, aunque se puede invertir la dirección del flujo de calor haciendo un trabajo que inyecte energía desde el exterior, como se hace en los frigoríficos.  El calor no es una propiedad del objeto, como puede ser la temperatura o su energía térmica, sino que es una cantidad de energía en tránsito entre sistemas por un mecanismo en el que las partículas de uno ceden su energía de agitación a las del otro sin mediar fuerza ni desplazamiento neto.  Al no ser otra cosa que energía intercambiada, el calor se mide en las mismas unidades que ésta.

Contrariamente a lo que sucede con la temperatura o la energía térmica, no se puede decir nunca de un cuerpo que tenga tanto calor. El calor no es algo que se tenga, sino que se cede o se absorbe. A veces, sobre todo en lenguaje coloquial se habla de entrar frío para referirse a salir o perder calor.

Un ejemplo, imaginemos una piedra de 1 kg  caliente (temperatura de 100ºC) y una bañera con 100kg de agua fría(temperatura de 10ºC). Al introducir la piedra en la bañera, la piedra se habrá enfriado y la bañera se habrá calentado hasta alcanzar una temperatura intermedia (15ºC). La piedra ha cedido calor al agua y el agua lo ha absorbido, el calor intercambiado equivale a la pérdida de energía térmica de la piedra al enfriarse y a l incremento de energía térmica del agua al calentarse. Supongamos que inicialmente la piedra caliente tenía 1000 J de energía térmica y el agua fría 5000 J (tiene más que la piedra caliente porque aunque sus partículas se agitan poco, hay muchísimas más). Si el calor que cede la piedra al agua es de 10 J, a la piedra, ahora menos caliente, le quedarán 990 J de energía térmica y al agua, ahora más caliente, tendrá 5 090 J.

En resumen, cuando calificamos un objeto como frío, caliente, o templado nos estamos refiriendo a su temperatura, ignoramos cuanta energía térmica contiene, y de ninguna manera podemos decir que ese cuerpo tenga nada de calor o frío.

  que estaremos hablando con propiedad al decir que al entrar en contacto con un cuerpo caliente éste nos da calor, o que le damos calor nosotros si es que estuviese más frío. También podemos aceptar hablar de dar frío como equivalente de perder calor, aunque en física esto no sea común ni tenga ninguna utilidad.

 


05 julio 2022

Lecciones de los maestros

 

"Lecciones de los maestros" es el título de un libro de George Steiner, filósofo y crítico literario, que gira alrededor del intenso encuentro personal que tiene lugar entre las figuras del maestro y el discípulo.  Habla de muchos personajes ejemplares: Sócrates y Platón, Jesús y sus discípulos, Brahe y Kepler, Husserl y Heidegger, entre otros. A través de ellos analiza los distintos aspectos de esta compleja relación, como el poder del maestro y la vulnerabilidad del discípulo o el recíproco intercambio de confianza y amor, de aprendizaje y enseñanza entre el profesor y el alumno. 

Pero esta entrada no va de este libro, sino de lo que yo creo que es un maestro y del reconocimiento a las personas que lo han sido para mí hasta hacerme profesor de Física y Química.

Si empiezo citando este libro en vez de cualquier otro de pedagogía que trate el tema de las figuras del maestro y el alumno es porque, hace ya mucho tiempo, mi profesor de Química Física de la Universidad me recomendó su lectura cuando supo que ya me dedicaba a la docencia. Antes de leerlo, ya consideraba yo que este profesor había sido para sus alumnos, y especialmente para mí, un auténtico maestro. Pero ¿qué es para mí un maestro? ¿quiénes han sido mis maestros? Lo que sigue a partir de aquí es una reflexión puramente personal y subjetiva sobre estas preguntas.

 

Instructores, profesores, maestros

Según la terminología al uso, los docentes son los profesionales de la enseñanza, las personas en las que recae la tarea de la educación y la enseñanza dentro del sistema educativo.  Así, en la categoría “docentes” se incluyen educadores, formadores, instructores, monitores, orientadores, profesores (universitarios, de educación secundaria, de ciclos formativos) y maestros ( de taller, de educación  infantil y primaria).

El proceso de enseñanza-aprendizaje requiere generalmente una relación directa entre dos personas, el docente, que es el que da enseñanza, y el discente, que es el que la recibe. El primero pone a disposición del segundo  recursos como sus conocimientos, experiencia, habilidades comunicativas y de liderazgo o incluso el ejemplo de su actitud. El discente, por su parte, tiene en su mano el aprovechar este potencial en su propio beneficio y el de la sociedad en la que vive, para ir consolidando su educación y forjar sus propios conocimientos y habilidades; establece un “feed-back” con su mentor que retroalimenta su bagaje como docente.  Este  proceso se basa en una transferencia que tiene lugar  dentro de un binomio de personas:  docente-discente, profesor-alumno, maestro-discípulo. Para que ambos existan, el uno necesita al otro, y si tratamos de aislarlos desaparecen como tales.

Generalmente se suele utilizar el apelativo de profesor para los docentes de enseñanzas superior y secundaria, incluyendo formación profesional,  escuelas de idiomas y música, y academias, y el de maestro para los profesionales de enseñanzas infantil y primaria. Pero independientemente del significado preciso que hoy se le dé a cada palabra, significado que por otra parte va cambiando con los tiempos y las modas, yo pienso que los docentes y educadores en general se podrían distribuir en tres categorías que son a su vez tres niveles de jerarquía: Instructores, profesores y maestros.

El instructor es el docente que se limita a enseñar. Actúa como correa de transmisión entre la materia que hay que impartir y los alumnos. Cuando imparte sus clases, el instructor tira de manual, de apuntes y esquemas, y utiliza recetas genéricas que en muchas ocasiones poco tienen que ver con la realidad que tiene en su aula. Puede que tenga muchos conocimientos, pero no le preocupa que sus alumnos saquen beneficio de ello. El instructor puede que hable mucho, pero observa poco. Enseña, sí,  pero no considera el aprendizaje de sus alumnos como una parte esencial de su trabajo.

El Profesor ejerce la profesión de la docencia en el sentido más amplio. Cuenta con las virtudes de un buen instructor, pero tiene un valor añadido que es el de la profesionalidad. El profesor se preocupa no solo en enseñar a los alumnos como es debido  sino también de que estos aprendan. Tampoco descuida otros aspectos importantes de su profesión, como la planificación y programación de sus clases, la evaluación o su propia formación continuada como docente, y tiene claro que el objetivo de su trabajo es la educación de sus alumnos.   Los resultados logrados en el aprendizaje de éstos son el aval para que un docente pueda ser reconocido como profesor, y con esto no me estoy refiriendo en absoluto al porcentaje de aprobados.

El Maestro, finalmente,  además de ser un educador profesional que reúne  todo lo que se puede decir de un buen profesor, es aquel que logra dejar una huella personal en la formación de su alumno, que en este caso ya se podría calificar de discípulo. El maestro se ha implicado en la docencia a nivel profesional pero también personal. Ha dado una parte de él mismo a sus alumnos y éstos la han hecho suya, pues no sólo ha utilizado sus recursos didácticos con destreza sino que también ha sido capaz de transmitir ilusión, emoción y ejemplo. El maestro  ha conseguido crear un vínculo personal con el alumno, que no tiene que ser necesariamente de amistad ni muchísimo menos  de “colegueo”,  de tal manera que el alumno siempre  reconocerá a aquel como un referente personal que ha dejado huella no sólo en su conocimiento sino también en sus ilusiones y expectativas, a veces más allá de la propia disciplina que le impartió.    Un profesor sólo puede ganar el título de maestro cuando existe tal reconocimiento por parte de su discípulo.

Finalmente, estas tres categorías de instructores, profesores y maestros no las considero cerradas o excluyentes. Sus fronteras son difusas y la posición que puede ocupar un docente en medio de ellas no depende sólo de sí mismo, sino que influyen otros factores externos, como su estado actual de fuerzas y ánimo, la actitud del alumnado, el funcionamiento del centro docente o su relación con la administración educativa. Yo creo que todos los profesores nos hemos visto alguna vez a nosotros mismos surfeando entre estas tres aguas, pero si mi experiencia me ha enseñado algo es que cada binomio profesor-alumno es un universo particular y diferente de los demás. Uno puede ser llegar a ser un  maestro para uno y no pasar de instructor con otro, en otro momento y circunstancias.

Todos hemos sido alguna vez alumnos, algunos también hemos ejercido la docencia. Más allá de reconocer la labor profesional de muchos de nuestros docentes ¿Quién no recuerda a algún profesor o profesora especial que le haya dejado huella en su educación o al que deba su vocación profesional, o alguna profesora o profesor admirado con esa mezcla de reconocimiento y cariño que sólo un maestro puede tener en exclusiva?

Yo sí que los he tenido. Fueron unos cuantos. A ellos les debo en gran parte tanto mi vocación como mi preparación como profesor de Física y Química, labor a la que me he venido dedicando durante más de 35 años.  De una forma u otra, cada cual a su manera y en mayor o menor medida, todos ellos fueron mis maestros. Y ahora, retirado ya de la docencia en activo, me gustaría hacer público mi agradecimiento hacia ellos.

 

Reconocimiento a mis maestros

De la veintena de profesores de química o de física que he tenido en total, sólo cuatro fueron profesoras que, aún siendo buenas profesionales, no adquirieron la categoría (subjetiva y personal) de maestras. Puede que llame la atención la ausencia de mujeres en mi lista, pero es una mera cuestión estadística. Lo digo por si acaso.

Empiezo desde la enseñanza secundaria, en el Instituto San Pelayo de Tui. Allá por los años 70, tuve dos profesores de Física y Química a los que debo de estar bien agradecido. A José Manuel Castedo, con su entusiasmo y su claridad en la explicación, por haber despertado en mí el interés por la asignatura, y a Manuel Agrafojo, porque durante los tres últimos años del bachillerato (antiguamente duraba 6 + 1) fue el responsable de mi preparación en estas dos materias hasta el final de esa etapa, dejándome en buenas condiciones para iniciar mi carrera de químico.

En la Facultad de Química de la Universidad de Santiago de Compostela tuve la suerte de poder contar con muy buenos profesores, algunos de ellos de reconocido prestigio científico internacional. Sin ánimo de dejar de reconocer la capacitación y profesionalidad de la mayoría de ellos, sólo unos pocos han merecido para mí la categoría de maestros y es a ellos a quienes quiero citar.

Mi gran maestro fue Julio Casado Linarejos, entonces catedrático de Química Física y jefe de dicho departamento, de quien ya he hablado al principio sin nombrarlo al referirme al profesor que me recomendó la lectura que da título a esta entrada. El profesor Casado era uno de esos catedráticos altamente reconocidos. Su pequeño tamaño físico se crecía cuando impartía sus clases de Química Física.  Era exigente y sus clases eran exhaustivas, a veces agotadoras, pero de un altísimo nivel de contenido, tanto en cantidad como en calidad. Eso por no hablar de su gran calidad didáctica, Don Julio (Julito, como nos referíamos a él sus alumnos cariñosamente  en la clandestinidad) explicaba los conceptos y problemas más complejos de la química cuántica o la termodinámica estadística con una claridad espectacular y una pasión que se contagiaba, y sin perder nunca de vista la biografía de sus autores y su contexto histórico. Trabajaba y hacía trabajar, entendía y hacía entender. Sus exámenes eran agotadores, de hasta seis horas, pero tenían una ventaja y es que es que siempre se sabía qué es lo que iba a caer… ¡Todo!. A él le debo mi interés, que dura hasta hoy, y los cimientos de mi modesta preparación en el campo de la Química Física, además de haber despertado en mí una afición a la literatura tanto científica como general que en aquellos tiempos tenía un poco adormilada. 

 

La Química Física

Abro un paréntesis en este relato. En varias ocasiones me han preguntado que qué es la Química Física. Si acudes a los escritos, encontrarás varias definiciones un tanto ambiguas. A mí me gusta decir que la Química Física o, lo que es lo mismo, la Fisicoquímica,  es Física al servicio de la Química. Es química en cuanto a los objetivos y los temas que trata, pero es física en cuanto a su desarrollo y  procedimientos.  Así, La Química Física no es un bloque de contenidos más ni un compartimento estanco dentro de la química general, sino que se aplica a todas las ramas de ésta, como la química inorgánica, La química orgánica, la bioquímica, la química cuántica, la electroquímica o la termoquímica, por citar algunas. 

Utilizando un símil balístico, la Química Física sería como el caso de un tirador que apunta con su arma a un objetivo. El objetivo o la diana serían los sistemas químicos y sus diferentes aspectos (las sustancias químicas, sus propiedades y reacciones, disoluciones, átomos y moléculas…,). El arma sería la Física y su metodología (cinética, termodinámica, mecánica clásica o cuántica, electromagnetismo… , y la munición la Matemática (cálculo, álgebra, estadística…). En cuanto al propio tirador que con su destreza y experiencia hace lo posible por sacarle partido al arma y hacer blanco en la diana, sería el equivalente a los profesionales y estudiantes que ejercen esa disciplina así como a todos los autores que han contribuido a crear su abundante bibliografía.

Abundando un poco más. Si actualmente la Química es lo que es, una ciencia completa y precisa con un enorme potencial tanto descriptivo como predictivo y un vasto campo de aplicación que se extiende más allá de los sistemas químicos propiamente dichos, es gracias a la Química Física. Sin la ayuda de la Física, la Química se hubiera quedado estancada en un compendio de descripciones y recetas. 

 

A lo que estábamos. Mis maestros

Cerremos este paréntesis y  volvamos a hablar de mis maestros. Florencio Arce fue mi primer y mi último profesor de Química en la Facultad. En primero me dio una visión muy clara y completa de lo que era la Química General, con la calidad de sus explicaciones lo hacía todo fácil. En quinto volvimos a encontrarnos, con la Electroquímica.

En segundo tuve la suerte de ser alumno del carismático profesor de Química Inorgánica Manolo Bermejo, de enorme talla tanto científica como humana, quien además de explicar impecablemente esta disciplina, fue capaz de hacernos ver la conexión de la Química que nos enseñaba con la realidad social en la que nos desenvolvíamos. Manolo Bermejo fue a su vez un pionero en normalizar la lengua gallega en el mundo de la comunicación científica.

Rafael Suau, profesor catedrático de Química Orgánica, con su sabiduría y profesionalidad en el aula, fue el artífice que consiguió que yo aprendiese a estudiar correctamente y a dominar  esta vasta y dura parte de la química que tanto tiempo y esfuerzo exige.

Y  volviendo a la Química Física, quiero terminar citando a Juan Manuel Antelo, mi profesor de Cinética Química y director de tesina durante mis dos últimos años de carrera. Él me formó en esta especialidad y con él aprendí a hacer investigación experimental y teórica en este campo de la química. Con su estilo tranquilo, amable, dejándome aprender a mi ritmo y depositando en mí toda su confianza.

Reitero mi reconocimiento a la labor de todos los profesores de los cuales he sido alumno y que no he citado aquí, pues todos han contribuido a mi formación, pero siempre estaré especialmente agradecido a las lecciones de mis maestros.