16 junio 2025

Serendipias de la física y la química

 

    He podido comprobar recientemente cómo este blog es visitado a diario por Chat GPT, la herramienta inteligente de Open AI (Aprovecho para darle las gracias y enviarle un saludo, para cuando vuelva a pasar por aquí). Así que un día decidí chatear unas palabras con esta IA, así como quien no quiere la cosa. Tras pedirle por favor que me hiciese un resumen crítico, según su opinión de cuáles eran las fortalezas y debilidades del blog y del interés que pudiera tener para sus visitantes, cosa en la que estaba realmente interesado, le rogué que me sugiriese algún tema nuevo que pudiera encajar bien en la línea habitual del blog.  Me sugirió dos o tres como ejemplo, pero uno me ha llamado especialmente la atención:  Episodios en la historia de la Física y la Química en los que se hubiesen hecho grandes descubrimientos como consecuencia de hechos accidentales, errores o casualidades, es decir, ¡serendipias!

    Chateando un poco más, la propia IA me facilitó una lista de descubrimientos “serendípicos” para desarrollar y se ofreció muy amablemente a ayudarme a escribir sobre ellos desde ese preciso momento. Con la misma amabilidad por mi parte, le dije que gracias por su buena disposición pero que prefería acometer la tarea personalmente por mis propios medios. Esto es el principio fundamental de mi trabajo en este blog: aprender y enseñar, dedicándole todo el tiempo y el cariño que sean necesarios por mi parte.

Así que vamos a comenzar desde este momento una serie de capítulos sobre acontecimientos científicos en los que sus protagonistas, mayormente físicos y químicos, hicieron grandes descubrimientos o aportaciones a la ciencia cuando una de esas casualidades, carambolas o chiripas, o tal vez un accidente inesperado se cruzó en su investigación cotidiana desbaratando el rumbo que seguía ésta, para desembocar en un inesperado y trascendental hallazgo científico. En todo caso, ninguna serendipia hubiese culminado en un descubrimiento glorioso para la ciencia si no hubiese mediado el talento científico de sus protagonistas.

    De este modo la serendipia hizo que detrás de lo que aparentaba ser la acumulación de excrementos de los pájaros en una antena de radio, se escondía la radiación cósmica de fondo; la confirmación experimental del Big Bang que originó nuestro universo. Se dice que fue también por serendipia el descubrimiento de la estructura molecular del benceno y los compuestos aromáticos, tras el despertar de una noche de alucinantes sueños. Y así muchos otros casos más que iremos contando de vez en cuando.

Para empezar:

El conocido caso de Fleming y el descubrimiento de la penicilina

    Tal vez sea éste el caso de serendipia más popular. Es bien conocido por todos y es mucho lo se ha escrito ya sobre él. De hecho, es el ejemplo citado en la definición de serendipia del Diccionario de la Lengua Española de la RAE. Así que me limitaré a relatarlo muy brevemente para comenzar esta serie de capítulos.

 

Fleming en su laboratorio (Londres, 19289 y un detalle de la histórica placa contaminada por moho en la que se puede observar la destrucción causada por éste en las bacterias que lo rodeaban.

    Alexander Fleming fue un médico e investigador científico escocés que desarrolló su labor investigadora en bacteriología en la Universidad de Londres durante la primera mitad del siglo XX, y que pasó a la historia por el descubrimiento de la penicilina y el inicio de la revolución de los antibióticos, que han podido salvar hasta hoy millones de vidas, por lo que recibió el premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1945.

    Corría el año 1928 cuando Fleming, que estaba experimentando con unos cultivos bacterianos de estafilococos en el marco de una investigación rutinaria, volvía a su laboratorio tras unos días de viaje. Al revisar el estado de las placas donde se estaban desarrollando dichos cultivos, se encontró con que en una de ellas se había desarrollado un hongo, probablemente por haber estado mal cerrada y haber sido contaminada accidentalmente desde el exterior. Puede que otra persona se hubiese limitado a tirar la placa al cubo de la basura, molesta por este insignificante contratiempo. Fleming, sin embargo, observó que alrededor del moho apenas había presencia de colonias de las bacterias que estaba cultivando. Alguna sustancia presente en el hongo, que identificaría como penicillium notatum, las había destruido.  Inmediatamente Fleming se dio cuenta de que este anodino accidente de laboratorio marcaba para él, y posteriormente para muchos otros, una nueva línea de investigación que iba a abrir un nuevo campo para la medicina: El descubrimiento de los antibióticos, sustancias con capacidad para destruir gérmenes patógenos que eran desconocidas hasta ese momento. Tal como dijo después el propio Fleming: “A veces uno encuentra lo que no está buscando. Cuando me desperté justo después del amanecer del 28 de septiembre de 1928, desde luego no planeaba revolucionar todos los medicamentos al descubrir el primer antibiótico del mundo, o el asesino de bacterias. Pero supongo que eso fue exactamente lo que hice”

    El aislamiento e identificación de esa sustancia “asesina de bacterias”, denominada por él mismo como penicilina, y de los primeros antibióticos, aunque iniciada por el propio Fleming, no fue fácil y pronto sería más tarea de químicos que de médicos y biólogos. Sin embargo, Fleming intuyó en seguida el grandísimo potencial de su descubrimiento, purificó extracto del hongo penicilium que contenía la penicilina y demostró su extraordinario poder antibiótico con las bacterias responsables de graves enfermedades infecciosas. Además de la penicilina, que en realidad es un compuesto orgánico molecular, Fleming descubrió durante su investigación, también por azar, la lisozima, que es la primera enzima de efecto antibiótico conocido.

    Esta es en resumen la historia de cómo el azar o la chiripa de un inesperado accidente, observado y reconducido por una mente científica y tras unos años de investigación y esfuerzo colectivo pudo terminar en uno de los descubrimientos científicos más beneficiosos para la humanidad. Nacía la era de los antibióticos, que ha salvado y seguirá salvando millones de vidas. ¡Por serendipia!  

 

 

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