16 diciembre 2020

El cobre con el ácido nítrico. Una reacción química muy didáctica

 

Os presento aquí una reacción química bien conocida pero muy interesante desde el punto de vista didáctico que he utilizado en clase en muchas ocasiones como experiencia de cátedra para ilustrar qué es el cambio químico, los factores que le afectan y los principales conceptos que vamos a necesitar para su estudio.

Se trata de la disolución del cobre metálico al ser atacado por ácido nítrico concentrado. Aquí sucede todo lo que se le puede pedir a un buen “experimento” de laboratorio: Es una reacción espontánea, rápida, desprende calor y burbujas de gas y hay espectaculares cambios de color. Si a esto le añadimos la parafernalia de las medidas de seguridad y el manejo de sustancias peligrosas, todo realizado bajo control del profesor, entonces tendremos asegurada la atención y el asombro de la audiencia.

En la imagen se puede apreciar el aspecto del sistema reaccionante. En los siguientes enlaces se puede ver cómo transcurre la reacción en dos versiones: una sencilla y otra más sofisticada. Video-1Video-2 

 

imagen: TES Teach lessons

Procedimiento y descripción de la reacción

En un recipiente de vidrio de laboratorio, preferiblemente un matraz erlenmeyer, se introducen unos pocos gramos de cobre metal. Podemos usar un pequeño fragmento de tubería de calefacción, cables eléctricos pelados o una pequeña moneda de cobre (los céntimos de euro no valen, no son de cobre, compruébalo aquí).

A continuación se vierte con cuidado en el matraz el ácido nítrico concentrado directamente de su botella (ácido nítrico comercial al 70%) en cantidad suficiente para que cubra todo el cobre, llenando de uno a dos centímetros del fondo del matraz.

La reacción sucede inmediatamente. Lentamente al principio, pero cada vez más rápida; burbujeando un gas pardo rojizo (dióxido de nitrógeno, NO2) que acaba llenando el matraz y saliendo al exterior, y pasando el líquido de incoloro a un intenso color verde azulado a medida que el cobre se va consumiendo. También se puede observar cómo el recipiente está cada vez más caliente.

Cuando la reacción empieza a transcurrir de forma un poco descontrolada, está demasiado caliente y el dióxido de nitrógeno emitido al exterior empieza a ser demasiado abundante, es recomendable moderarla introduciendo agua abundante con un frasco lavador. Podremos observar entonces no sólo como la emisión de NO2 se reduce drásticamente sino también cómo el color de la disolución baja de intensidad y cambia de una tonalidad verde a otra azul.

Finalmente dejaremos que la reacción prosiga lentamente en un lugar seguro y ventilado hasta que finalmente desaparezca todo el cobre, se haya dispersado todo el dióxido de nitrógeno y no quede en el matraz más que una limpia disolución azul.

 

Precauciones que se deben tomar

Los reactivos y productos de esta reacción son potencialmente peligrosos. El ácido nítrico concentrado es corrosivo, el dióxido de nitrógeno es tóxico y el nitrato de cobre es comburente y nocivo para el medio ambiente; por lo que es importante hacer la reacción observando las  adecuadas medidas de seguridad.

  • La reacción la debe realizar el profesor, no permitir que los alumnos manipulen nada en esta experiencia.
  • Usar bata, gafas protectoras y guantes
  • Evitar la inhalación del gas, así como posibles salpicaduras, derrames o calentamiento excesivo.
  • Realizar la experiencia en una campana de gases o en un espacio bien ventilado con la corriente del aire hacia el exterior, o tras el cristal de una ventana. Lo mismo para dejar el matraz después de dar por finalizado el experimento.

 

¿Qué es lo que ha sucedido?

Cuando el cobre metálico (Cu) entra en contacto con la disolución concentrada de ácido nítrico (HNO3), ocurre una reacción redox. El cobre se oxida y el nitrógeno de parte del ácido nítrico se reduce mientras tiene lugar la reacción según la siguiente ecuación química:

Cu (s) + 4 HNO3 (conc)  --->  Cu(NO3)2 (aq) +  2 NO2 (g) +  H2O (l)

En ella se ha indicado el estado de agregación en la que aparece cada sustancia así como el color que presenta.

El cobre es el reactivo limitante sólido que se consume hasta desaparecer. Para que esto sea así es preciso que haya inicialmente más de 5 mL de disolución concentrada de ácido nítrico por cada gramo de cobre.

El dióxido de nitrógeno (NO2) es el gas nocivo de color pardo que burbujea en la superficie del cobre y se desprende al exterior. Al ser más denso que el aire tiende a acumularse en el matraz y a descender en cuanto sale por su boca.

El otro producto de la reacción es el nitrato de cobre(II) (Cu(NO3)2). Se trata de una oxisal que, dada su alta solubilidad, se mantiene en disolución y es responsable, debido al ion Cu2+, del color verde azulado que ésta presenta. En realidad el catión Cu2+ en disolución se encuentra formando varios hidratos complejos, cuya proporción depende de la concentración y la temperatura: [Cu(H2O)6]2+, [Cu(NO3)(H2O)5]+, [Cu(NO3)2(H2O)4] . Esto explicaría la progresiva variación de tonalidad desde el verde al azul al diluir el  NO3-, según abunden más o menos los complejos que incluyen al nitrato como ligando.

La bonita disolución azul final que habremos obtenido está formada por agua (disolvente), nitrato de cobre(II) disuelto en sus diferentes formas y el ácido nítrico sobrante del exceso inicial.

¡Ah!, y que a nadie se le ocurra, como a mí, decir eso de …”y ahora dejamos esta disolución en un cristalizador hasta que se evapore el líquido y así obtendremos cristalizado el nitrato de cobre(II)”. ¿Qué por qué?, pues sencillamente porque ¡no va a cristalizar en la vida!. La explicación la dejamos pendiente para la próxima entrada.

 

Aspectos de las reacciones químicas que se muestran con esta experiencia

La reacción de la que hablamos puede servir como elemento motivador para introducir  muchos de los conceptos que se manejan a la hora de estudiar las reacciones químicas, veamos algunos de ellos.

1.- Evidencia de un cambio químico.

Aquí se observan toda clase de sucesos que apuntan al hecho de que se está produciendo un cambio químico, que es aquel en  el que la composición química inicial y final del sistema es diferente. Hay desaparición de sustancias (reactivos), como el cobre, y aparición de otras nuevas (productos), como el dióxido de nitrógeno; hay cambios de fases, ya que desaparece un sólido y aparece un gas; también se observan cambios notables en la composición y propiedades de la mezcla, así la fase líquida cambia de color, el aire circundante también, se produce una fuerte elevación de la  temperatura y la disolución final es mucho más densa que la inicial.

2.- Ecuación química, ajuste y significado.

Se puede escribir la ecuación de la reacción, identificar reactivos y productos, relacionar sus fórmulas con sus nombres y ajustar los coeficientes por tanteo, haciendo hincapié en el consumo de reactivos y la aparición de productos guardando  proporciones definidas  y la conservación de los átomos durante el proceso.

3.- Velocidad de reacción y factores de los que depende.

El concepto de velocidad de la reacción se puede comprender fácilmente en este caso como la rapidez con la que se genera el gas pardo NO2. En cuanto a los factores que influyen en la velocidad, se aprecia claramente cómo se acelera la reacción a medida que va aumentando la temperatura y cómo se ralentiza al diluir con agua, disminuyendo  así la concentración de uno de los reactivos, el ácido nítrico.

4.- Calor de reacción y espontaneidad.

La reacción es espontánea, pues se da en el sentido descrito y no en el contrario, y además sin necesidad de aportar energía adicional, de lo que se deduce que su energía de activación ha de ser muy baja. Por otra parte la reacción es fuertemente exotérmica, tiene un calor de reacción elevado, lo que explica la rápida elevación de la temperatura del matraz.

5.- Reacciones redox: ajuste y características.

Finalmente, en otro nivel, se puede aprovechar esta experiencia para explicar en qué consiste una reacción química redox, identificar qué sustancias son el oxidante y el reductor, escribir los semipares de oxiadción y reducción y proceder al ajuste de la ecuación. En este caso el nitrato disociado del ácido es el oxidante  y el cobre es el reductor, teniendo lugar  las semireacciones siguientes:

Oxidación: Cu ---> Cu2+ + 2e-

Reducción: 2 * ( H+ +NO3- + e- ---> NO2 + H2O )

que conducen a la ecuación global ajustada, con un intercambio de 2 electrones que cede un átomo de cobre a dos átomos de nitrógeno:

Cu + 4 HNO--->  Cu(NO3)2 + 2 NO2 + 2 H2O

 

02 diciembre 2020

Aerosoles. ¿Qué son y por qué propagan la COVID-19?

 

Estos días se está hablando mucho de los aerosoles y de su presunta importancia en la propagación de la pandemia por COVID-19 que venimos sufriendo desde hace tiempo. Los medios de comunicación se hacen eco de evidencias y de estudios, a veces contradictorios, sobre aerosoles que se forman en espacios cerrados exhalados por las personas presentes y del importante papel que parece ser que juegan en el contagio del virus. La opinión pública, así como las autoridades sanitarias, están confusas con los hábitos higiénicos a seguir para atajar la incidencia. No hablar en grupo, no fumar en la calle, ventilar continuamente y pasar frío… ¿qué es lo que debe hacerse? ¿Son tan importantes los aerosoles en el contagio? ¿Sabemos qué es y cómo se produce un aerosol?.

Vamos a ver en este artículo qué es un aerosol desde el punto de vista de la composición estructural de la materia y cuáles son las propiedades que hacen tan especiales a los aerosoles, para mostrar a continuación la evidencia de que los aerosoles producidos cerca de personas infectadas serían un importantísimo vehículo de transmisión del contagio, razón por la que cada vez más expertos insisten en que se tengan muy en cuenta a la hora de proponer restricciones que modifiquen nuestros hábitos, por la salud y el bien de de todos.

 

¿Qué son los aerosoles?

Un aerosol es una dispersión coloidal de un sólido o un líquido en una fase dispersante gaseosa. ¿…? Bien, vale. Pero… ¿qué es un aerosol? Citemos algunos ejemplos para empezar. Son aerosoles el aire que hay dentro de una sauna o el que se respira dentro de una galería en una mina de carbón, el humo que desprende un cigarrillo y la nube de perfume que sale del frasco cuando pulsamos el atomizador (la nube es el aerosol, ¡no el frasco!). Para ver qué tienen en común y qué los distingue de otros sistemas materiales será mejor que empecemos por el principio.

Clasificación general de los sistemas materiales

Toda la materia que nos rodea se presenta ante nuestros ojos en forma de distintos sistemas materiales, que podemos clasificar para su estudio y mejor comprensión en diferentes categorías atendiendo a su composición.

Si el sistema está formado por un único componente, se trata entonces de una sustancia química pura. A su vez, las sustancias puras  pueden ser elementos químicos (hidrógeno, oxígeno, cloro, sodio) o compuestos químicos (agua, cloruro de sodio), según estén formados por una sola clase de átomos o una combinación química en proporción definida de átomos diferentes. Todas las sustancias químicas tienen una fórmula química precisa (para los elementos del ejemplo: H2, O2, Cl2, Na; y para los compuestos: H2O, NaCl)

En la naturaleza es muy difícil encontrar sustancias puras, lo más habitual es que los sistemas materiales estén formados por varios componentes, hablamos entonces de mezclas de sustancias. En las mezclas, las sustancias que las forman pueden estar todo lo “revueltas” que queramos imaginar, pero éstas no están unidas químicamente formando una nueva sustancia, por lo que la mezcla admite cualquier proporción entre sus componentes, no tiene una fórmula química propiamente dicha y las sustancias que la componen se pueden volver a separar por medios puramente físicos mediante una técnica adecuada. Un ejemplo de mezcla puede ser el agua salada (mezcla de dos componentes: H2O y NaCl). el agua y el cloruro de sodio siguen ahí, y para separarlas basta con calentar un poco y dejar que se evapore el agua.

Las propiedades de una mezcla dependerán evidentemente de su composición y de la proporción de sus componentes. Así se nos pueden ocurrir infinitas posibilidades de sistemas materiales diferentes. Para clasificar y comprender mejor las mezclas y sus propiedades, es muy práctico considerarlas como un conjunto formado por una fase dispersante, que puede ser líquida, sólida o gaseosa, y estar formada por una o varias sustancias componentes, y una o varias fases dispersas, formadas por las sustancias que se encuentran en menor  proporción.

Dicho esto, resulta muy útil clasificar las mezclas en tres grandes categorías atendiendo al aspecto más o menos homogéneo que presentan. La homogeneidad (uniformidad de aspecto y propiedades en todas las partes de la mezcla) o heterogeneidad (falta de uniformidad)  de una mezcla es una consecuencia directa del tamaño que tienen las partículas de las sustancias que forman la fase dispersa, o lo que es muy parecido, de la cantidad total de átomos agregados que formen las partículas. Como se puede ver en la tabla, los sistemas materiales de varios componentes o mezclas en general, pueden ser:

  • Disoluciones. Son mezclas homogéneas y sus partículas dispersas son extremadamente pequeñas. En este caso la fase dispersante se denomina disolvente y la dispersa soluto.

  • Dispersiones coloidales o coloides. Son mezclas aparentemente homogéneas pero heterogéneas a nivel microscópico.  Las partículas dispersas son muy pequeñas.

  • Mezclas heterogéneas o simplemente mezclas. Las partículas dispersas son suficientemente grandes como para distinguirse de la fase dispersante.

Por ejemplo, el  agua salada del mar sería una disolución líquida, la arena de la playa sería una mezcla heterogénea de sólidos, mientras que el agua turbia, la espuma y la bruma provocados por el oleaje serían dispersiones coloidales. 

 

 

Dispersiones coloidales y aerosoles

Para comprender qué son los aerosoles vamos a fijarnos ahora en  las dispersiones coloidales, también llamadas coloides. Las dispersiones coloidales son unos sistemas materiales muy interesantes por su abundante presencia y diversidad así como por sus múltiples aplicaciones.

Los coloides se encuentran a medio camino entre las disoluciones verdaderas y las mezclas heterogéneas. El tamaño medio de las partículas de la sustancia dispersa está comprendido entre 1 y 1000 nm (nanómetros ó millonésimas de milímetro)

Un ejemplo. Supongamos dos sistemas materiales como aire (esencialmente una disolución gaseosa de dos elementos, nitrógeno y oxígeno) y agua líquida (un compuesto químico puro). Vamos a mezclar el agua con el aire. Si dejamos evaporar el agua, las moléculas de ésta (partículas de 0,1nm de tamaño) se difunden en el seno del aire y el resultado es una disolución gaseosa de aspecto totalmente similar al aire original. Si esperamos a que el vapor de agua se condense, se formará una niebla cuando las moléculas de agua se agregan entre sí  formando pequeñísimas gotas de agua líquida de 1 a 1000 nm de tamaño, que permanecen en suspensión dispersas entre el aire de forma aparentemente homogénea; es una dispersión coloidal. Finalmente, si las gotas siguen creciendo hasta alcanzar un tamaño de décimas de milímetro o más, empezarán a ser visibles individualmente y distinguibles del aire, con lo que tendremos una mezcla heterogénea de un líquido en gas, como es la nube que va a originar la lluvia.

La tabla siguiente muestra los distintos tipos de dispersiones coloidales que pueden darse en función del  estado de agregación de la fase dispersante, formada por partículas de tamaño atómico-molecular  y que va a dar el aspecto sólido, líquido o gaseoso final a la mezcla; y de la fase dispersa, constituida por la sustancia o sustancias que, siendo insolubles en la dispersante, se reparten más o menos homogéneamente en su seno en forma de pequeñas partículas de tamaño nanométrico (nanopartículas). Como se puede ver, los aerosoles son las dispersiones coloidales formadas al dispersarse partículas microscópicas de un líquido o de un sólido en un medio gaseoso. El aspecto de un aerosol es el de una atmósfera difusa,  turbia o sucia, como puede ser la niebla o el humo. 

 

 

En la foto  puede observarse el aerosol formado en el aire de una ciudad por las partículas en suspensión (principalmente restos sólidos de combustiones y neumáticos, además de polvo). Su estructura a nivel microscópico sería más o menos como la que muestra el dibujo. La fase dispersante es el aire, que es una disolución gaseosa de 78% de nitrógeno (N2), 21% de oxígeno, y 1% de otros gases, incluidos el dióxido de carbono (CO2) y el vapor de agua (H2O). La fase dispersa está constituida por pequeñas partículas de carbón e hidrocarburos, entre otras muchas más. Para hacernos una idea fiel a la realidad, en el dibujo tendríamos que imaginar las moléculas del aire en continuo movimiento de traslación chocando unas con otras y contra las partículas dispersas.


Algunas propiedades típicas de los aerosoles

En las dispersiones coloidales en general y los aerosoles en particular, las partículas dispersas tienen un tamaño tal que aun siendo muchísimo mayores que las del disolvente, no son lo suficientemente grandes como para que dejen de ser comparables, o como para considerarlas como una fase separada totalmente de dicho disolvente. Este hecho hace que los aerosoles no se comporten como una mezcla heterogénea de fragmentos de sólido o gotas de líquido en un medio gaseoso, pero tampoco como la disolución verdadera que sería una mezcla gaseosa totalmente homogénea. En consecuencia, los aerosoles, como los demás coloides, tendrán una serie de propiedades características y diferenciadoras de los demás sistemas materiales. Resumamos las más importantes:  

Propiedades ópticas.

Tienen que ver con la propagación de la luz en el medio. La más característica es la dispersión luminosa. A diferencia de una verdadera disolución gaseosa como el aire limpio, un aerosol presenta el llamado efecto Tyndall que consiste en la dispersión de un rayo de luz que lo atraviese, que hace que se ensanche y se haga visible. En el aire limpio no se vería el paso del rayo.

Propiedades cinéticas.

Están relacionadas con el movimiento de las partículas que forman el aerosol. La más significativa es el denominado movimiento browniano. Éste fenómeno fue descubierto accidentalmente observando al microscopio un sol (coloide de sólido en líquido) en el que se veían las partículas dispersas en constante agitación. Fue explicado y cuantificado por A. Einstein como el resultado de las colisiones aleatorias entre las moléculas de  la fase dispersante (invisibles al microscopio) y las micropartículas de la fase dispersa.

Propiedades electrostáticas.

Las partículas de los aerosoles pueden tener descompensaciones en la neutralidad de su carga eléctrica por ionización o polarización; además, estas partículas tienen una relación superficie/volumen enorme, dado  su  pequeño tamaño. Debido a esto, las propiedades eléctricas se manifiestan sobre todo en la superficie de las partículas, por lo que va a dar lugar a unas interesantes propiedades de naturaleza superficial. Una de éstas es la adsorción, que es la tendencia a retener adheridas a la superficie de la partícula del aerosol otras partículas diferentes que puedan estar presentes. Cuando la adsorción da lugar a que se unan unas partículas con otras formando copos cada vez mayores, favoreciendo así la sedimentación del aerosol por efecto de la gravedad, se habla entonces del fenómeno de floculación.

 

Factores que influyen en la estabilidad del aerosol

Conociendo las propiedades anteriores, estaremos en condiciones de comprender qué factores determinan la persistencia y estabilidad de un aerosol, es decir, la permanencia o precipitación de las partículas de la fase dispersa en el seno de la fase dispersante.

Vamos a centrarnos ya en los casos más concretos de un aerosol líquido como el formado por una niebla o el aire exhalado por una persona al hablar o toser, o también el aire en el que se ha dispersado el humo expulsado por una persona que está fumando.

Los aerosoles que se forman en estos casos definen un sistema polidisperso liófobo, lo que quiere decir que las partículas de líquido (gotitas de agua) o sólido (micropartículas de ceniza) que están dispersas en el seno del gas (aire) son de muy diferentes tamaños y están claramente separadas de éste porque no son solubles en él. Hay una superficie de separación neta entre cada partícula y el aire que la rodea, denominada interfase, en la que tienen lugar interacciones superficiales de naturaleza electrostática o cinética, tanto con el aire como entre partículas próximas. El balance de estas interacciones será el que determine la estabilidad del aerosol y, con ésta, el tiempo de permanencia en suspensión de las partículas dispersas, su crecimiento en tamaño debido a la adsorción superficial y la consiguiente tendencia a precipitarse por gravedad, e incluso su tendencia a retener en la interfase otras partículas de menor tamaño como puede ser ¡un coronavirus!

Teniendo en cuenta todo esto, la permanencia de un aerosol de determinada concentración en el aire será mayor o menor en función de varios factores:

La densidad.

O mejor dicho, la diferencia de densidad de la fase dispersa con el gas. La gravedad actúa tendiendo a precipitar las gotitas de líquido o de sólido, que siempre serán mucho más densas que el aire.

El tamaño medio de las partículas dispersas

Cuanto menor sea éste, más tiempo permanecen en dispersión. Si su radio es inferior a 1000 nm (10-6 m) el movimiento browniano ya es suficientemente importante como para impedir la sedimentación de las partículas.

La composición.

Concretamente, la composición del aire y la composición y estructura de las sustancias que forman las partículas dispersas en éste. Esto influye en la intensidad de las interacciones eléctricas gas-líquido y líquido–líquido en la interfase, favoreciendo o perjudicando la floculación de las partículas. Así, si el resto de las condiciones fuesen iguales, el humo tendería a persistir más que la niebla, y el aerosol resultante de un estornudo duraría más en aire seco que húmedo.

La temperatura

Actúa principalmente favoreciendo la agitación de las partículas, favoreciendo la dispersión frente a la sedimentación.

Las superficies externas

La extensión, rugosidad y material de las paredes del recipiente que contiene al aerosol o de otras superficies de objetos presentes determinan que exista una adsorción adicional de las partículas que tiende a irlas retirando del aerosol.

La convección

Es el efecto producido al remover el aire, que favorece totalmente la permanencia de las partículas en suspensión e impide su sedimentación por gravedad. Sería un gran error pretender disipar una niebla o un ambiente cargado de humo de tabaco en una habitación cerrada haciendo funcionar un ventilador.

La ventilación

Consiste en introducir aire puro y a la vez dejar espacio libre para evacuar el aerosol que estaba presente. No se sedimenta el aerosol, simplemente se lo echa afuera. Evidentemente este es el método más rápido y efectivo para hacer desaparecer un aerosol de un recipiente cerrado o de una habitación.

 

Los aerosoles como vehículo de contagio de la COVID-19

Parece ya fuera de toda duda que los aerosoles en el entorno de las personas infectadas por el coronavirus SARS-CoV-2, responsable de la pandemia de COVID-19 tienen un papel protagonista como en el contagio a otras personas. Ya sea porque los exhalen ellas mismas o porque esos aerosoles ya estén presentes en el ambiente.

La veracidad de esta hipótesis parece muy probable teniendo en cuenta las propiedades de los aerosoles y las características del virus, así como el mecanismo de la respiración humana. Para sostener su verosimilitud, podemos partir de algunos datos comprobados que nos permiten hacer algunas estimaciones.

El diámetro de un virus SARS-CoV-2  es de unas 0,07 micras (70 nm = 7.10-7 m)

Se ha comprobado mediante PCR cuantitativa que una persona infectada puede aportar entre diez mil y diez millones de coronavirus por mililitro de saliva.

Cada vez que una persona infectada estornuda o tose, emite al aire una cantidad importante de gotitas microscópicas de saliva, llamadas gotas de Flügge, cuyo diámetro es de varias decenas de micras (más de 10.000 nm =10-5 m).

Además de al toser o estornudar, cuando una persona jadea o habla a voces, y por supuesto cuando fuma,  emite miles de gotitas o nanopartículas de unas decenas a un millar de nanómetros de tamaño que forman un aerosol, como puede apreciarse en la fotografía. Se han hecho estudios sobre la permanencia de estas pequeñas gotas en el aire estanco antes de sedimentar llegando a la conclusión de que las gotas de 100 micras de radio se depositan en 10 segundos,  pero las de 10 micras ya  permanecen hasta 17 minutos. Finalmente, las de 1 micra (1000 nm) que ya entrarían en la categoría de las partículas de un aerosol propiamente dicho permanecen dispersas en suspensión por un tiempo indefinido.

La imagen  muestra un estornudo: una lluvia de gotas más grandes (en verde) cuyas trayectorias pueden alcanzar hasta dos metros desde la persona que estornuda  y una nube (en rojo) compuesta por gotitas más pequeñas suspendidas en el aire. (Fotografía de Lydia Bourouiba, MIT. Publ. En National Geografic)

 

Con los datos anteriores se pueden hacer algunas estimaciones:

Una persona infectada puede expulsar  al aire un número de coronavirus del orden del número de pequeñas gotitas se forman, y hay que tener en cuenta que éstas se cuentan por miles o más.

Una partícula coloidal de un tamaño de 1000 nm del aerosol que se forma al exhalar podría albergar en teoría más de un centenar de coronavirus distribuidos por su superficie. Esto no quiere decir que sea así, pero sí que indica que los virus pueden permanecer “a sus anchas” adsorbidos superficialmente a estas partículas. El peligro estriba en que cuando una persona infectada jadea o eleva la voz, y no digamos ya si estornuda o fuma, estos aerosoles contaminados son proyectados a gran distancia y permanecen dispersos en el aire durante un tiempo indefinido. En consecuencia es lógico pensar que si se está en un espacio cerrado, no se sustituye el aire de la estancia en la que se forma ese aerosol “infectado” y no se renueva rápidamente por aire sano del exterior mediante ventilación hacia afuera o circulando  por un circuito con filtros, la posibilidad de contagiar a las demás personas presentes será muy alta. Hay que tener en cuanta además que las partículas del aerosol menores de 5 micras pueden penetrar por las vías respiratorias y depositarse en las fosas nasales o llegar directamente hasta los pulmones, donde la infección sería más grave.

 

¿Cómo se está afrontando el problema?

Varios equipos de expertos ya llevan tiempo haciendo estudios encaminados a verificar la hipótesis del contagio por aerosoles. Así, en aquel famoso estudio inicial del 16 de abril acerca de la persistencia del virus sobre diferentes sustratos ya se advertía de que la estabilidad de los aerosoles los haría ser sería mucho más importantes que las pequeñas gotas en la difusión del virus. En ese mismo mes, un equipo interdisciplinar de 35 científicos coordinados por la Dra. Lidia Morawska concluían que, estimando por lo bajo, más del 75% de los contagios estarían producidos por los aerosoles. Así se lo comunicaron a la OMS (Organización Mundial de la Salud), insistiendo en que “la propagación del virus por el aire es real y peligrosa, y las autoridades sanitarias tienen que informar y actuar ya”. La OMS desoyó las evidencias presentadas por este grupo, hasta que el 6 de julio, en una carta abierta publicada en la revista Clinical Infection Diseases, encabezada por el Dr. Milton y firmada por 239 científicos expertos más, se volvía una vez más a destacar la responsabilidad de los aerosoles  en la propagación de la COVID-19. Tras reunirse con la OMS, ésta modificó tímidamente su postura citando la “hipótesis de un contagio por aerosoles”.

Al principio la OMS parece que no supo o no quiso reconocer la evidencia de la responsabilidad de los aerosoles en la propagación de la pandemia, quitándole importancia al problema y escudándose en el argumento de que no estaba suficientemente probado con estudios científicos. Pero las evidencias citadas exigían desde el primer momento la aplicación del Principio de precaución. Recordemos que este principio exige atajar la presunta causa del problema antes de que llegue a demostrarse al 100% su más que probable efecto. El de los aerosoles producidos en espacios cerrados con personas que se concentran dentro es un caso claro en el que debe ser aplicado este principio de precaución y tomar inmediatamente medidas contundentes que contribuyan a frenar la expansión de la pandemia, como de hecho ya se está haciendo en muchos casos, independientemente de que haya muchos estudios o pocos. A día de hoy, las autoridades políticas y sanitarias de muchos países aun son reacias a dictar normas higiénicas de actuación drásticas para evitar la exposición a estos aerosoles, quitándole importancia al problema, o ignorándolo directamente. Suscribo humildemente la opinión de los expertos, de que ese no es el camino adecuado.

Moraleja: En espacios cerrados hay que evitar la concentración de personas, llevar siempre la mascarilla correctamente colocada y asegurar la ventilación al exterior o la filtración inmediata del aire. Los aerosoles no descansan mientras nosotros esperamos pasivamente a que se generalice la vacunación.